Durante la Edad Media se daba más crédito al saber revelado en las Sagradas Escrituras y apoyando en la fe que a la experimentación. Ni tan siquiera los conocimientos científicos de la Antigüedad eran aceptados si se oponían o entraban en contradicción con la doctrina de la Iglesia.
Durante el Renacimiento, algunos científicos empezaron a cuestionarse las creencias de su época y propusieron nuevas teorías basadas en la experimentación y la razón.
En el siglo XVI, Nicolás Copernico, el gran precursor de la ciencia moderna, transformó el concepto que hasta aquel momento se tenía del Universo. Formuló la teoría del heliocentrismo, que situaba al Sol en el centro del Universo y se oponía al geocentrismo, universalmente reconocido y defendido por la Iglesia, que sostenía que la tierra era el centro del Universo y que todos los astros giraban a su alrededor.
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