Felipe III (1598-1621), hijo y sucesor de Felipe II, inaguró una nueva etapa política de los Austrias españoles. Tanto él como sus sucesores renunciaron a ejercer personalmente el gobierno, que pasó a manos de ministros omnipotentes, los validos o privados.
Felipe III tuvo un breve y, en general, pacífico reinado. Entregó el gobierno al duque de Lerma, que propició la firma de la Tregua de los Doce Años (1609), que reconocía de hecho la independiencia del Norte de los Países Bajos, más tarde denominado Provincias Unidas de Holanda.
Felipe III tuvo un breve y, en general, pacífico reinado. Entregó el gobierno al duque de Lerma, que propició la firma de la Tregua de los Doce Años (1609), que reconocía de hecho la independiencia del Norte de los Países Bajos, más tarde denominado Provincias Unidas de Holanda.
FELIPE IV: EL FIN DE LA HEGEMONÍA EN EUROPA
El reinado de Felipe IV (1621-1665) coincidió con el estallido de la Guerra de los Treinta Años, que fue a la vez un conflicto religioso y una pugna por la hegemonía europea.
LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1618-1648)
La guerra enfrentó a los príncipes alemanes protestantes con el emperador austríaco, de religión católica, que contó con el apoyo de la monarquía española.
El conde-duque de Olivares,valido del rey, era partidario de la guerra para mantener la hegemonía de los Habsburgo en Europa y frenar el protagonismo de Francia. Los príncipes alemanes recibieron el apoyo de Francia, Suecia, Dinamarca, Inglaterra y Norte de los Países Bajos.
Tras una primera fase en que los Habsburgo parecían imponerse (Breda, 1626), muy pronto se sucedieron las derrotas (Rocroi, 1643). La guerra entre la mayor parte de los contedientres finalizó con la Paz de Westfalia (1648), que reconoció la independencia del Norte de los Países Bajos por parte de la monarquía hispánica e hizo patente el declive del imperio de los Austrias.
El conde-duque de Olivares,valido del rey, era partidario de la guerra para mantener la hegemonía de los Habsburgo en Europa y frenar el protagonismo de Francia. Los príncipes alemanes recibieron el apoyo de Francia, Suecia, Dinamarca, Inglaterra y Norte de los Países Bajos.
Tras una primera fase en que los Habsburgo parecían imponerse (Breda, 1626), muy pronto se sucedieron las derrotas (Rocroi, 1643). La guerra entre la mayor parte de los contedientres finalizó con la Paz de Westfalia (1648), que reconoció la independencia del Norte de los Países Bajos por parte de la monarquía hispánica e hizo patente el declive del imperio de los Austrias.
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