miércoles, 10 de diciembre de 2014

La monarquía y la nobleza feudal

Tras las caída del Imperio Carolingio, Europa quedo dividida en un conjunto de reinos, condados y principados, que tenían en común el cristianismo y la organización feudal del poder y la sociedad.


Una monarquía de derecho divino.

A menudo sucedía que un noble se hacía vasallo de otro rey y sus tierras se integraban en otro reino, y que un monarca dividía su reino entre sus herederos. De este modo, las fronteras de los reinos cambiaban fácilmente.


Los poderes reales.

El monarca compartía el gobierno del reino con la gran nobleza (condes, duques, marqueses) y las principales autoridades religiosas (obispos y abades). Sin embargo, tenía algunas atribuciones exclusivas:


-Dirigir campañas militares, a las que debían acudir los vasallos con sus ejércitos (mesnadas) si no querían ser considerados traidores y perder sus feudos.
-Recaudar impuestos para guerras, coronaciones, etc.
-Ejercer de juez supremo en pleitos, pero sin interferir en los feudos de sus nobles o de la Iglesia.


La curia.

Para gobernar, el rey contaba con la ayuda de la Curia o Consejo Real, formada por un grupo de notables (obispos, abades, condes, duques o marqueses), que le aconsejaban a la hora de tomar decisiones.

La nobleza guerrera.

En la sociedad feudal, la guerra era principal actividad de los nobles y del propio rey. Ellos eran los únicos que podían portar armas y ejercer con ellas el control sobre el resto de la población.


Los caballeros.

Poseer el equipo, el caballo y las armas resultaba muy costosos y sólo los señores feudales podían ejercer ese oficio: eran los caballeros, que se dedicaban al oficio de las armas.





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