A partir del siglo IX se formó en Europa occidental el feudalismo, un sistema económico, político y social que tuvo sus orígenes en la división del Imperio carolingio.
El Imperio de Carlomagno.
De todos los reinos germánicos que siguieron al Imperio romano, el de los francos fue el único que se mantuvo unido. Uno de sus monarcas, Carlomagno, unificó gran parte de las tierras de Europa occidental y se proclamó emperador en el año 800.
Para cohesionar el Imperio, Carlomagno elaboró leyes (capitulares) y organizó la administración del territorio dividiéndolo en condados gobernados por condes, y marcas, situadas en las tierras fronterizas y gobernadas por marqueses. Condes y marqueses recaudaban impuestos, administración justicia y garantizaban la seguridad en sus territorios.
A la muerte de Carlomagno, el enfrentamiento entre sus sucesores llevó a la división del Imperio en varios reinos (Tratado de Verdún, 843) y la inseguridad se extendió por Europa.
Los orígenes del feudalismo.
En esa situación de crisis, el poder de los monarcas era muy débil. No podían proteger a la población, ni recaudar impuestos, ni mantener un ejército fiel y estable.
Para poder gobernar y mantener unido su reino, los monarcas tuvieron que apoyarse en los nobles, con los que establecieron un sistema de relaciones personales conocido como vasallaje.
El vasallaje era un pacto de fidelidad que se establecía mediante una doble ceremonia: la de homenaje, por la que el vasallo, de rodillas ante el rey, le prometía fidelidad, consejo en el gobierno, ayuda militar y económica; y la investidura, en la que el rey entregaba el vasallo unas tierras (feudo) para que las gobernase y las explotase económicamente. Ese fue el origen del feudalismo.
A su vez, un señor podía ceder parte de su feudo a otros nobles menos poderosos, los caballeros, para que las gobernaran y mantuvieran un pequeño ejército.
Ceremonia de vasallaje
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